Gana Alemania: Berlín ha impuesto una salida de la crisis por la vía de la austeridad, con reglas fiscales en las Constituciones y disciplina germánica que incluye sanciones para los incumplidores, cambios en los Tratados y una nueva arquitectura legal e institucional. Una pequeña revolución; una nueva Europa a la alemana, en la que se introduce la toma de decisión por mayoría cualificada para evitar la parálisis. Ese es un gran avance: la hoja de ruta está clara, con reglas fiscales estrictas y relativamente sencillas (a falta del diablo de los detalles: déjenme a mí los reglamentos).
Eso es precisamente lo que pedía el BCE para apretar el botón nuclear, la compra masiva de deuda pública, que sigue siendo la única solución a la interminable crisis fiscal. Todo queda a expensas de Draghi. Y de los sospechosos habituales: para saber si la cumbre es un éxito o un fracaso habrá que esperar al dictamen de los mercados, a partir del lunes. "Se ha dado un paso adecuado para que Draghi empiece a tener la legitimidad política que necesita para un bombardeo en el mercado de deuda. Si Draghi no aprieta el gatillo, la única duda es cuántos días tardarán los mercados en darse cuenta de que los líderes europeos siguen desorientados", indicó Charles Wyplosz, del Graduate Institute.
Está por ver si la austeridad consagrada por Bruselas funciona: Europa se encamina hacia una recesión, y algunos países sureños hacia una recesión profunda. "Una purga de austeridad es necesaria, pero a corto plazo supone graves daños colaterales. En Grecia y Portugal ha habido una fuerte recaída en la recesión, y aunque nadie lo explique eso es lo que viene en Italia y España si nadie en Bruselas y Berlín se acuerda estimular la economía europea", apuntó Santiago Carbó, de la Universidad de Granada.
Las conclusiones de la cumbre son dos: "Un nuevo pacto presupuestario" y "el desarrollo de herramientas de estabilización", según la solemne declaración en el habitual lenguaje impenetrable de Bruselas. Que hay que apretarse el cinturón es evidente, pero la traducción al román paladino de las "herramientas de estabilización" no es sencilla: junto con las compras que debería activar el BCE, los líderes europeos acordaron que el fondo de rescate (EFSF) se convertirá en permanente a mediados del año próximo, antes de lo previsto, con una potencia de fuego de medio billón de euros. Esa cifra podría elevarse a partir de marzo, pero es claramente insuficiente si el contagio acaba achicharrando a Italia (cuya deuda pública es de dos billones de euros) y España (650.000 millones). Además, los países de la UE darán préstamos bilaterales al FMI por 200.000 millones por si algún país necesita ayuda.
"Un nuevo comienzo"
La canciller alemana, Angela Merkel, saludó el resultado de la cumbre con la habitual fanfarria. Los analistas son menos optimistas: la cumbre es un paso adelante, pero el incendio fiscal sigue ahí. Hay medio a una rebaja generalizada de las agencias de calificación. La eurozona está estancada y va camino de la recesión. Hay 23 millones de parados, y subiendo. Y es posible que la solución alcanzada, más austeridad, no sirva como remedio porque la enfermedad europea no son los déficit públicos (salvo en el caso de Grecia), sino una sobredosis de deuda privada y desequilibrios comerciales. Frente a las recetas del directorio Merkozy, aplaudidas por Draghi, hay quien cree que el tijeretazo que viene condena a Europa a una depresión: en eso coincide gente tan dispar como el Nobel Joseph Stiglitz y el especulador George Soros. Hay pasos adelante que llevan al precipicio. Está por ver adónde llevan los progresos alcanzados en la madre de todas las cumbres." ( elpais )
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